domingo

¿CÓMO SURGIÓ EL SER HUMANO?

ORIGEN Y EVOLUCIÓN DEL HOMBRE 

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INTRODUCCIÓN


La antropología bíblica afirma que el hombre es lógica y cronológicamente «creación de Dios». Con la llegada de las tesis darwinianas sobre el origen de los especies, esta enseñanza bíblica fue puesta en cuestión. De esta manera, surge una crisis en torno al transformismo.
Este espacio quiere presentar algunas reflexiones sobre el origen y la evolución del hombre. Por ello, se analizarán algunos datos científicos, sin por lo tanto olvidar la enseñanza cristiana acerca del tema.

¿Cómo surge el problema de la creación?

En 1859 aparece la primera obra importante de Charles Darwin, On the Origin of Species by means of natural Selection. Doce años más tarde ve la luz The Descent of Man and Selection in Relation to Sex. Estas obras van a producir un impacto inmenso entre los científicos y el gran público.
El mismo año de la aparición de The Descent of Man, un biólogo inglés católico, St. G. Mivart, publicó un libro en que se proponía lo que se consideró como un «evolucionismo mitigado» (On the Genesis of Species): el cuerpo humano procedía de padres no humanos; el alma, de una intervención creativa inmediata de Dios. Aunque las autoridades eclesiásticos no reaccionaron, este libro no fue acogido positivamente por muchos teólogos. Después de unos años, algunos teólogos se interesarán al tema. De ahí que M.D. Leroy publica L’évolution restreinte aux especies organiques (1891) y J.A. Zahm escribe Evolution and Dogma.

La intervención de los teólogos en el debate motivó la primera reacción romana. En 1895, los dos teólogos fueron requeridos por el Santo Oficio para que rectificasen sus posturas. A ellos se añadieron dos obispos, el italiano Bonomelli y el norteamericano Hedley.
Cabe resaltar que hay un antecedente magisterial sobre el problema del evolucionismo: en 1860, un concilio provincial de Colonia había declarado «absolutamente contraria a la Escritura y a la fe» la tesis que asigna al cuerpo humano un origen animal, por trasformación espontánea de lo menos perfecto a lo más perfecto. Sin embargo, la primera manifestación de carácter oficialmente doctrina sobre este tema es de 1909 y procede de la comisión Bíblica. Se va a afirmar la peculiar creación del hombre, la formación de la primera mujer a partir del primer hombre, la unidad del género humano. La creación inmediata del cuerpo se va a considerar como una doctrina católica.
En 1921, el canónigo H. de Dordolot publica su Darwinismo and Catholic Thought, el que se ha considerado como el primer libro de un teólogo que se mostraba excepcionalmente favorable al tema de la evolución. Diez años más tarde ve la luz otro libro que será el clásico: se trata de la obra de E.C. Messenger, Evolution and Theology.  También se conocerá la influencia del teólogo jesuita francés, Teilhard de Chardin. El dicho teólogo presenta una cosmovisión evolutiva en la esfera de una interpretación cristiana de la realidad.
En noviembre de 1941, el papa Pío XII sostiene que la diferencia entre lo animal y lo humano prohíbe considerar padre de un hombre a un ser no humano. Nueve años más tarde, el mismo pontífice aborda de nuevo el mismo tema en la encíclica Humani Generis. Este documento presentará un avance significativo. En efecto, se afirmará que el magisterio de la Iglesia no se opone a la doctrina del evolucionismo; la tesis evolucionista es inaplicable al origen del alma, (en cuanto a ésta, la fe católica obliga a retener que es creación inmediata de Dios); también se dice que los cristianos deben estar prontos a acatar el juicio de la Iglesia, intérprete auténtico de la revelación, sobre estas cuestiones.
Más adelante, se criticará este planteamiento dualista de Pío XII y se hará un planteamiento correcto: el hombre es unidad sustancial de espíritu y materia (la antropología bíblico-teológica). Karl Rahner es uno de los representantes de este nuevo planteamiento.
Desde luego, han existido muchas teorías acerca del universo. Queremos ofrecerte en este momento algunas teorías sobre el origen del hombre.




                     
El hombre en el pensamiento griego

El escrito acerca del hombre más importante para la tradición hasta la edad media se titula: “Acerca del alma” de Aristóteles.
No obstante, en el primitivo pensamiento griego se encuentran auténticos elementos antropológicos. En los orígenes de la filosofía preyace un trasfondo mítico-religioso, en cuyo mundo representativo se realiza una auto exposición del hombre. Intenta comprender el sentido de su existencia, tanto del origen divino, como por la meta transmundana que el alma debe alcanzar algún día, tras un proceso de purificación con sucesivos nacimientos.
         Tales de Mileto trata el “principio primero” (arjé) del que derivan todos los seres y los cambios.
         Anaximandro da una explicación antropomórfica  a la mutación y tránsito a modo de expiación
         Mientras parecía encontrarse tranquilamente  en un orden mundano objetivo, con la sofística se llega a la primera reflexión crítico-esceptica.
         A la filosofía heraclitiana del ser en devenir opone Parménides una filosofía de ser en reposo. Para él, el hombre se caracteriza el hombre por la facultad de pensar. Esa facultad le capacita para penetrar la mera apariencia del mundo cambiante y adentrarse hasta la verdad del ser. Se entiende al hombre primordialmente como un ser racional, con lo que supera a los demás seres y acontecimientos del mundo. El logos y el nous pasan a ser los conceptos fundamentales de la idea que el hombre tiene de sí.
         Con la sofística se llega a hacer la primera reflexión crítico-escéptica. Se llega así a una reflexión directa sobre el hombre que Sócrates hace suya, aunque el mismo tiempo se supera su rasgo escéptico-relativista, de cara sobre todo los valores y normas morales. Él es el primero en descubrir la voz divina de la conciencia.
         Según Platón, el hombre está ordenado por su espíritu al mundo inteligible. Ese mundo es la verdadera realidad frente al mundo aparente y mudable de las cosas que se perciben por los sentidos. Por ello, el alma del hombre es esencialmente inmortal, pertenece al mundo inmutable de las ideas y está fundamentalmente por encima del mundo cambiante.
         Aristóteles establece la doctrina del hombre que, en las afirmaciones clásicas de el alma es la forma del cuerpo y la unión substancial entre alma y cuerpo, influirá profundamente en el pensamiento cristiano. Para él, el hombre también es definido por el elemento cognoscitivo

EL MONOGENISMO

¿MONOGENISMO O POLIGENISMO?


         El poligenismo es la aserción de que la humanidad procede de una pluralidad de parejas. Respecto a la doctrina del pecado original ofrecía un aceptable fundamento a la solidaridad de todos los hombres con el pecador originante: todos quedamos afectados por el pecado de Adán, porque todos somos hijos suyos. La capitalidad natural del primer pecador, el vínculo genético que nos uniría a él, hacía más plausible el nexo causal entre su pecado y nuestra nativa condición pecadora.
         El concepto teológico de hombre no tiene por qué coincidir necesariamente con el concepto homónimo manejado por las ciencias de la naturaleza; para la teología hay hombre sólo allí donde se da una ser personal, capaz de responsabilidad ética, apto para el diálogo histórico salvífico con Dios; puede haber habido individuos que cumplan requisitos estipulados desde las ciencias naturales para ser considerados como humanos y que, sin embargo, no contarían  todavía con el grado de desarrollo suficiente para ser tenidos por tales desde el punto de vista teológico.
         Respecto a Gn 1, se ha dicho en su momento que el autor está hablando de la creación de la humanidad; adam es un colectivo, no el nombre propio de una persona singular. En un autor tan preocupado por la precisión terminológica y la corrección doctrinal, esta oscilación es significativa. De ninguno de los dos relatos de la creación (Gn1 ó Gn2-3) se puede deducir exegéticamente el carácter revelado del monogenismo.

La reducción biologista de lo humano
                                                     
La vieja teoría dualista, según la cual el hombre es un ñangel que ha sufrido un traspiés, o un espíritu venido a menos, se opone desde acreditadas tribunas académicas una lectura del ser humano en términos biogenéticos; la tesis darwiniana sobre el devenir (el hombre procede del animal) ha de ser prolongada con una tesis correlativa sobre el ser: el hombre es (sólo) un animal. Pero, eso sí, lo suficientemente astuto para inventar el infundio de la pirámide biótica y encaramarse arteramente en la cúspide de la misma.

La posición biologista: primatología y sociobiología

Los intentos de reducir lo humano a lo animal son muy antiguos; las analogías morfológicas y funcionales entre hombres y animales han hecho cavilar siempre a filósofos y científicos. Quizá la primera formulación sistemática de esas analogías sea de Linneo, quien redacta en su Systema Naturae (1735) un inventario de las especies vivientes entonces conocidas, estableciendo unos criterios de clasificación y una nomenclatura que todavía hoy siguen siendo útiles. Las doctrinas evolucionistas popularizaron esta ubicación taxonómica, a la vez que confirmaban la idea de afinidad hombre-animal con el añadido de un nexo genealógico entre ambos. En nuestros días la bioquímica descubre las asombrosas semejanzas genéticas entre los diversos organismos, y concretamente entre el hombre y los grandes monos: aquél y éstos tienen en común más del 98% de su patrimonio genético.
Sobre estas dos bases, dos grandes líneas de investigación convergen hoy en la ecuación hombre-animal: la etiología y la genética comparada. La primera detecta las analogías constatables entre el comportamiento animal y el humano. La segunda pone al descubierto los mecanismos genéticos en que se fundan esas analogías. La primatología ha dado origen a lo que E. Morin llama «la revelación etológica».
         Particularmente sugestivos a este respecto son dos rasgos que la primatología adscribe a ciertas a ciertas especies de primates: el empleo y confección de útiles y la aptitud para el lenguaje. En lo tocante a la aptitud para el lenguaje, causaron un notable revuelo los experimentos de los Gardner y Sarah, respectivamente.
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CREACIONISMO


A menudo se piensa que al «creacionismo» sólo se adhiere un último resto que todavía no ha abandonado las viejas convicciones. Esta imagen es incorrecta; el creacionismo actual es el nuevo producto de un desarrollo histórico al que denominamos evolución del anti-evolucionismo. Esta nueva forma de creacionismo insiste en la repentina creación de la vida sobre la Tierra hace menos de diez mil años. Hombres y monos no tienen antepasados comunes. Los estratos geológicos se deben ante todo a una inundación de ámbito mundial, el diluvio. Estos creacionistas que creen en una «Tierra joven» han asumido en las últimas décadas la dirección del movimiento. Hace cien años, los creacionistas aceptaban por lo general una Tierra vieja.
En ocasiones, los días de Génesis 1 eran interpretados como lapsos de tiempo: a fin de cuentas, en los Salmos se dice que para Dios mil años son como un día. Otros creían que en el primer capítulo del Génesis se podían distinguir dos acontecimientos: la creación «en el principio» y la creación del paraíso en seis días. En el período que medió entre la primera creación y la segunda, que también se ha de ver como una restauración, pudieron ocurrir muchas cosas, incluidas las catástrofes a las que debemos los fósiles.
 Por tales caminos, la fe en la exactitud de la Biblia se combinó con la aceptación de los más recientes descubrimientos geológicos y el hallazgo de nuevos fósiles. Los creyentes ortodoxos no sólo podían reconciliar su fe con la evolución, sino que algunos fueron incluso, después de 1859, defensores activos de Darwin. Entre los primeros defensores de la teoría de la evolución de Darwin se contaban en los Estados Unidos el botánico teológicamente ortodoxo Asa Gray y el predicador y geólogo aficionado George Frederick Wright. Wright investigó las huellas de las glaciaciones en los Estados Unidos. Más tarde, en el año 1912, escribió para los The Fundamentals (los escritos polémicos que dieron nombre al fundamentalismo) el capítulo sobre la evolución. Siguiendo a otros teólogos conservadores, Wright afirmaba que, sobre ciencia, historia y filosofía, los autores bíblicos no habían sabido más que sus contemporáneos. La inspiración de la Biblia se refiere a lo que debemos saber, creer y aceptar obedientemente para nuestra salvación. En el relato de la creación de Génesis se trata del hecho en sí de la creación divina, no de su cómo.
Mientras que en The Fundamentals escribió aún que todos los hombres procedían de una única pareja, creada especialmente por Dios, en 19, 12 leemos que el hombre está ligado genéticamente con los mamíferos. Para él, la evolución y una «special creation» no se excluyen mutuamente; Dios pudo dirigir el proceso de la evolución. Para ese movimiento, por tanto, el verdadero enemigo no era la evolución, sino el tratamiento histórico-crítico de la Biblia. También en las instituciones docentes baptistas de los Estados sureños se ofrecía por lo general tal interpretación teísta de la evolución. En los años veinte se llegó a una primera «cruzada» contra la teoría de la evolución. Los biólogos que se adherían a una interpretación teísta de la teoría de la evolución se convirtieron, junto con parte de sus adeptos eclesiales, en un problema. Tres Estados prohibieron en las escuelas públicas el ocuparse de la teoría de la evolución. Un profesor de biología de Tennessee, John Thomas Scopes, fue acusado en 1925 a causa de tal enseñanza en una escuela pública. Fue condenado por transgredir la ley, pero no castigado por un error técnico. Después de eso, editoriales y autores suprimieron la teoría de la evolución de los libros escolares; se evitaron los conflictos. Una figura central en este movimiento anti-evolución, y abogado en el proceso contra Scopes, fue William Jennings Bryan. Para él se trataba ante todo de una cuestión moral: la ciencia que produce los letales gases venenosos (que fueron utilizados en la primera guerra mundial) sustituye la ley de Cristo por la ley de la selva. También entraba en juego un resentimiento antielitista: ¿por qué una pequeña élite de científicos ha de determinar las opiniones de millones de cristianos estadounidenses? Pero también Bryan entendía los días como lapsos de tiempo; para él, quien entendiera los siete días como siete períodos de 24 horas, pondría en ridículo la opinión creacionista.
El moderno creacionismo, por el contrario, parte de seis unidades de día y noche. Los fósiles se consideran consecuencias del diluvio de tiempos de Noé. Esta tesis se ha abierto camino con el libro de John C. Whitcomb y Henry M. Morris, The Génesis Flood (\ 961), que recurre al libro de un adventista del Séptimo Día que anteriormente apenas había sido objeto de atención (George McCready Price, New Geology, 1923). El séptimo día, el sábado, era día festivo para el adventista del Séptimo Día. Esto le ligaba fuertemente a la fe en una creación en seis días literales. La directora de este movimiento, Ellen G. White, abogaba además por una interpretación especial de la historia universal mosaica: el diluvio y el fortísimo viento que le siguió se convirtieron en la catástrofe que transformó la faz de la tierra. Los bosques enterrados formaron carbón y petróleo (1864). Con McCready Price, esa «Geología del diluvio» logró en los años veinte una adhesión muy limitada entre los conservadores. McCready Price recibió preguntas críticas incluso de sus propios círculos: ¿por qué los estratos fósiles, cuando no-están en la debida sucesión, se encuentran precisamente en secuencia inversa? Si la Tierra fue tan desordenadamente revuelta, ¿cómo puede la Biblia describir el mundo anterior al diluvio con los mismos ríos y montañas (Ararat) que el mundo posterior?
Tras el proceso contra Scopes, los fundamentalistas cejaron un tanto en su intento de cambiar las escuelas públicas y las grandes Iglesias, y pasaron más bien a empeñarse en la formación de una red propia de instituciones docentes, emisoras de radio y escuelas bíblicas. En 1959 se cumplieron cien años de la aparición del libro de Charles Darwin Tirie Origin of Species. Con esta ocasión, un artículo titulado «Cien años sin Darwin son suficiente» hizo una mordaz crítica a la enseñanza de la biología en los Estados Unidos, que evitaba continuamente el debatido tema de la evolución. Los biólogos abogaban por un tratamiento de su especialidad desde una perspectiva evolucionista. Con el desciframiento de la estructura y función del ADN en 1954, el prestigio de la biología en el mundo académico había crecido. Se añadía otro motivo: en 1957 los rusos lanzaron al espacio el Sputnik sin tripulantes; en 1961 se adelantaron a los estadounidenses con el lanzamiento del primer vuelo espacial tripulado (Yuri Gagarin). Así, los estadounidenses parecían quedar relegados a un segundo plano en medio de la indiferencia en el ámbito de la ciencia y la técnica. Esto condujo a una renovación, apoyada estatalmente, del sistema de enseñanza en dichos ámbitos. El proyecto «Curriculum Biología» («Biology Curriculum Project») sacó provecho de ello; nació un programa de enseñanza acorde con los tiempos. Este brusco cambio metereológico provocó la oposición de los padres, asustados ante la enseñanza "atea" impartida a sus hijos. La controversia se centró en las escuelas públicas, porque en los Estados Unidos no existe equiparación financiera entre la enseñanza pública y la privada, como sucede por ejemplo en Holanda. En Holanda, a los padres les resultaría poco más caro llevar a sus hijos a escuelas con ideario propio. En los años sesenta surgió luego el creacionismo actual. La enseñanza no era el único campo de batalla. En las décadas siguientes no había que pasar por alto el papel político de la «moral majority» ni el influjo de agrupaciones cristianas de derechas. Uno de los episodios más conocidos en cuestión de creacionismo tuvo lugar en el Estado de Arkansas. Una ley aprobada allí obligaba a los profesores de biología a dedicar la misma atención a la teoría de la creación y a la de la evolución. Con la exigencia de semejante tratamiento igualitario (en lugar de una lucha contra la teoría de la evolución), y al incluir ambas como teorías científicas, se creía poder reclamar espacio en la enseñanza pública sin atentar con ello contra la separación de Iglesia y Estado conforme a la constitución estadounidense. Después de que la ley fuera fustigada a última hora por el parlamento de Arkansas, se vio combatida enérgicamente por docentes de biología y por el movimiento de derechos civiles, pero también por los dirigentes de todas las grandes Iglesias, así como por agrupaciones judías.
Al imponer una alternativa determinada como materia que se debía tratar, esa ley infringía -según sus adversarios- la regla de que el Estado no puede favorecer a una sola religión. El juez les dio la razón: según su dictamen, el creacionismo no es una ciencia, sino una convicción religiosa. La ley fue declarada inválida. Desde entonces, los creacionistas han conseguido poco por el camino de la legislación. Por el contrario, continuamente se libran batallas en ámbitos locales, por ejemplo en los «comités de libros de texto», que deciden sobre los libros permitidos u obligatorios. Resumiendo se puede decir que a lo largo del siglo XX el enfrentamiento fue cada vez más marcado. La teoría de la evolución es punto clave de la discusión, pero para los afectados se trata de un rechazo de la sociedad moderna. En este sentido no se trata de un "fenómeno antiguo", sino del reverso de los desarrollos contemporáneos.

Por último, para los implicados en esta polémica no se trata de la teoría de la evolución, sino de la Biblia y de valores familiares y sociales que, en su opinión, están en juego. Sin embargo, también en este campo de batalla religioso falla el creacionismo, a mi parecer, de un modo que se ha de tomar en serio. En tiempos de Charles Darvvin, Philip H. Gosse escribió el libro Omphalos («ombligo»). Plantea, entre otras preguntas, la de si Adán tenía ombligo. En su condición de primer hombre, no tenía madre, y por tanto tampoco cordón umbilical; pero sin ombligo sería distinto de los demás hombres.
 Una pregunta semejante reza: por los anillos anuales de los árboles se puede saber su edad; ¿tenían los árboles del paraíso realmente anillos anuales? Gosse respondía afirmativamente: Dios creó los árboles con anillos anuales y a Adán con ombligo; Dios creó la realidad con todos los signos de un pasado más amplio. Esta solución es lógicamente concluyente, pero convierte la ciencia en una actividad absurda. Astrónomos y geólogos se ocuparían, según eso, del análisis de una ilusión. Tampoco para la fe supondría eso ganancia alguna; Dios aparecería así como el gran prestidigitador, cuando no como embaucador.
Creacionismo significa, por tanto, rechazo de la ciencia, y con ello rechazo de los dones de Dios, tanto de los dones de la curiosidad e inteligencia humanas, como también de los dones del mundo con sus regularidades y casualidades. Una fe así rechaza la creación tal como la hemos conocido a través de las ciencias de la naturaleza; Dios entra en contradicción con lo natural. Para concluir, quisiera apuntar aquí brevemente dos alternativas. La primera atañe al modo en que leemos la Biblia.
Durante la discusión sobre el lugar ocupado por la Tierra y el Sol, Galileo Galilei citó a un cardenal que, según parece, dijo que la Biblia no quiere enseñarnos cómo va el cielo, sino cómo podemos ir al cielo. Así, también se podría decir que no se trata de cómo surgió la vida, sino de la cuestión de cómo hemos de vivir. La función del lenguaje religioso es distinta de la del lenguaje científico. Además, en la visión de la realidad se puede intentar también ver lo natural como obra de Dios. Dios es el fundamento de la existencia; es también el fundamento de la regularidad y de la casualidad que condujo a esta rica pluralidad de formas de vida. El sacerdote anglicano y bioquímico Arthur Peacock utilizaba la imagen del compositor: lo mismo que Beethoven está presente para nosotros en la música, Dios está presente en el mundo. También se podría pensar en un músico que improvisa, que en realidad se embarca en formas que se desarrollan. Dios no es un Dios que actúe únicamente en los agujeros que las ciencias naturales dejan abiertos; Dios es más bien el fundamento y creador de estos hechos. ¿Cómo podemos imaginarnos todo esto? Para responder a esta pregunta se necesitaría más tiempo y espacio. Pero la búsqueda de una explicación coherente (en lugar de su rechazo creacionista) me parece que es un modo más digno, para el hombre y para Dios, de relacionarnos entre nosotros, con la realidad y con nuestro conocer.

Cf. Willem B. Drees: «Creacionismo y evolución» en Concilium 284 (2000) 55-64.


El creacionismo en un fenómeno complejo que, además, ha ido evolucionando a lo largo de todo el siglo XX. Aunque el mundo científico ha sido refractario a sus tesis, no se debe caer en la simplificación de pensar que es la sencilla expresión de una lucha entre ciencia y religión. Ciertamente hay profundas motivaciones de carácter religioso, pero, por ejemplo, entre los defensores del creacionismo podemos encontrar a hombres de ciencia, y entre sus adversarios también podemos encontrar hombres del clero. No obstante, se podría afirmar que las líneas esenciales que recorren las distintas formas de creacionismo podrían expresarse muy resumidamente diciendo lo siguiente:
Para los creacionistas, la Biblia es la primera autoridad en todas las áreas del conocimiento. Defienden que debe haber una total subordinación de la ciencia a lo que se dice en la Sagrada Escritura. Las diferencias entre una versión de creacionismo y otras se derivan, en gran medida, del tipo de lectura que se hace de los libros sagrados, en particular del Génesis. Los creacionistas de principios del siglo XX, curiosamente, eran más flexibles en la interpretación de los textos sagrados que los defensores del posterior creacionismo científico. Willian Bryan, por ejemplo, entendía los días del relato de la creación como edades geológicas que podían durar millones de años. Además admitía la evolución orgánica de los seres vivos con tal que no fuera en contra del origen sobrenatural de Adán y Eva. Morris, el principal promotor de la ciencia de la creación, hacia una lectura más literal del relato bíblico aunque sus afirmaciones, que pretendían ajustarse a lo divinamente revelado en los textos, trataban de sustentar en argumentos de carácter científico. Se podría decir que hace un interpretación científica del texto. Para Morris tiene mucha importancia, en la comprensión de la historia natural, el relato bíblico de la historia universal. La tesis científica catastrofista y los gaps en el registro fósil serían una confirmación científica de los relatos bíblicos, en particular del diluvio. Esta interpretación muy ajustada a la literalidad del texto sagrado hizo que los creacionistas científicos concedieran a la Tierra una historia de no más de diez mil años.
Resulta paradójico que entre los defensores de las primeras formas de creacionismo fundamentalistas casi no se encontraban hombres de ciencia o del ámbito académico. En cambio, cuando apareció el ICR, cinco de sus diez fundadores habían conseguido doctorados en ciencias o ingeniería en universidades estadounidenses de prestigio. Esto permite explicar el mayor peso que se da a los argumentos científicos en esta fase del creacionismo. Pero estos argumentos están al servicio de la defensa ciertos pasajes de la Biblia leídos, como se ha dicho, en un sentido literal.
Consecuencia de lo anterior, aparte del cálculo de la edad de la tierra, es mantener que la teoría de la evolución no es capaz de explicar ni el origen del mundo ni el origen y la diversidad de las especies que vemos en la naturaleza. Las tesis esenciales de la ciencia de la creación son las incluidas en la caracterización que se hizo de ella en la ley de Arkansas del 1981:
1.     Súbita creación del universo, energía y vida de la nada.
2.    Mutación y selección natural son insuficientes para explicar el desarrollo de todos los tipos de seres vivos desde un único organismo.
3.    Los cambios se producen solamente, dentro de unos determinados límites, en unos tipos de plantas ya animales creados originalmente.
4.    Antecesores separados para los simios y los hombres.
5.    Explicación de la geología de la Tierra mediante el catastrofismo, incluyendo un diluvio universal.
6.    Relativamente reciente inicio de la Tierra y de los seres vivos.
En estos puntos no hay referencia explícita a la Biblia. Pero es claro que una lectura literalista de la Biblia es su principal fuente de inspiración. Así lo admiten además los propios creacionistas. Morris afirma, por ejemplo, que sólo en la Biblia se puede encontrar el concepto de especial creación. A diferencia de los creacionistas anteriores a 1960, para los creacionistas científicos el punto crucial de conflicto entre las cosmologías evolucionista y creacionista está en el diluvio narrado en el libro del Génesis.
Como es obvio, gran parte de las tesis creacionistas, en particular la de la edad de la Tierra, difícilmente podían conseguir adeptos entre los científicos de prestigio. El resultado ha sido una repetida humillación de los creacionistas en el mundo académico. En cambio, la incidencia de las propuestas creacionistas ha sido muy distinta entre el público llano, donde los libros de los autores creacionistas más importantes han conseguido una gran difusión.
Paradójicamente, los evolucionistas se encuentran con la situación opuesta: han conseguido dominar a los largo del siglo xx el ámbito científico de una manera contundente. Los principios del neodarwinismo se ensenan en los últimos decenios en las universidades sin que, hasta el momento, los creacionistas hayan podido ofrecer una alternativa científicamente atendible. En cambio, entre el público no científico el darwinismo crea muchos recelos. La causa de este rechazo no es fácil de analizar, pero parece que, al menos en parte, está relacionado con el naturalismo materialista y, por tanto, el ateísmo militante de algunos de sus defensores más conocidos y, por contraste, la arraigada religiosidad del pueblo norteamericano.
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El problema del origen de la vida viene preocupando al pensamiento humano desde tiempos inmemorables. En las distintas épocas y en los diferentes grados del desarrollo cultural, al problema del origen de la vida se le daban soluciones diversas. Aunque la pregunta sobre el origen del ser humano es muy antigua, esto no quiere decir que deja de ser actual. Toda persona, sobre todo los estudiantes, se pregunta sobre su origen. La pregunta por el origen contiene en sí la pregunta por el destino. En efecto, el ser humano se plantea cuestiones como ¿qué es la vida?, ¿cuál es su origen?, ¿cómo han surgido los seres vivos?, ¿de qué estamos hechos? ¿De dónde venimos? Entre las respuestas que se han dado a esta pregunta por el origen del universo, en general, y del hombre en particular, se encuentra la teoría del evolucionismo.
Hoy día existen varias teorías sobre el origen de la vida. En efecto, hasta el siglo XVII, el origen de la vida estaba marcado fuertemente por el «creacionismo», es decir, la creación divina que aparece en el primer libro de la Biblia.
El «creacionismo» y el «fijismo» eran las corrientes de pensamiento instaladas en la comunidad científica antes de que fueran sustituidas por las teorías de la evolución. La simple observación mostraba que los descendientes eran iguales a sus progenitores.

1. ¿En qué consiste la teoría de la evolución?

1.1.      Algunas concepciones de la evolución


Según Gabriel W. Lasker, «por evolución se entiende cualquier cambio en la dotación hereditaria a través del tiempo. Consiste en todos los modos en los que algunas cualidades heredadas se desarrollan y difunden a través de las especies, mientras otras declinan o desaparecen»[1].
La evolución, en el sentido en que se aplica a plantas, animales y al hombre, quiere decir la transformación de un género de vida en otro género. En 1964, un escritor la definió de la siguiente manera: «La evolución, en términos bien sencillos, significa que la vida progresó desde organismos unicelulares hasta su estado más elevado, el ser humano, por medio de una serie de cambios biológicos que acontecieron a través de millones de años»[2].
La corriente de la vida (The River of Life) declaró que «Cuando las cosas animadas salieron del mar para vivir en la tierra, las aletas se convirtieron en patas, las agallas en pulmones, las escamas, en pelo».
En 1966, la World Book Encyclopedia afirmó que
La teoría de la evolución orgánica envuelve estas tres ideas principales: (i) Las cosas animadas cambian de generación en generación, produciendo descendientes con características nuevas; (ii) Este proceso ha estado efectuándose por tanto tiempo que ha producido todos los grupos y géneros de cosas que ahora viven, así como otros que vivieron hace mucho tiempo y que han muerto y pasado, o se han extinguido; (iii) Estas diferentes cosas animadas están relacionadas unas con otras[3].



Estas definiciones o concepciones de la evolución hacen pensar en el ser humano como producto de la evolución. De ahí la famosa pregunta: « ¿El hombre descendió de un animal parecido a un mono que vivió hace millones de años? Esta pregunta pone en crisis la fe bíblica según la cual Dios creó al hombre y todo género de vida, directamente y no por un proceso de evolución.

1.2.     Definición concreta de la teoría de la evolución


En definitiva, la evolución puede definirse como «la teoría que afirma que en el mundo no hay nada constante ni repetido en ciclos perpetuos, sino que más bien cambia continua y quizá direccionalmente, y que así los organismos sufren transformaciones a lo largo del tiempo»[4].
A esta definición puede añadirse el comentario Georges Crespy, quien afirma que «el evolucionismo no es solamente una teoría científica, aunque principalmente lo sea; es además una mentalidad, una actitud del espíritu frente a los problemas planteados por la inteligibilidad de los fenómenos de la materia»[5]. Asimismo afirma que «como teoría, el evolucionismo intenta dar cuenta de la solidaridad, en el tiempo, de las especies vivientes; es, pues, un efecto reductor, ya que se trata, con él, de remitir la escalofriante complejidad del mundo viviente a un origen y a unas líneas de desarrollo relativamente simples. Para esta teoría, todo el problema consiste en saber cómo se puede concebir lógicamente el desarrollo “telescópico” de las especies»[6].

2.  Antes de la teoría de la evolución[7]


Creacionismo, fijismo y catastrofismo

El «creacionismo» y el «fijismo» eran las corrientes de pensamiento instaladas en la comunidad científica antes de que fueran sustituidas por las teorías de la evolución. La simple observación mostraba que los descendientes eran iguales a sus progenitores. Así, por ejemplo, los ciervos eran engendrados por otros ciervos de similares características.
Según la teoría creacionista, el origen de cada una de las especies[8] se debía un acto creador específico. De manera complementaria a esta idea, la teoría fijista sostenía que las especies se mantienen invariables a lo largo del tiempo.
Carl von Linné (1707-1778), uno de los científicos más representativos de este pensamiento, sintetizaba así estas teorías: «Hay tantas especies diferentes como formas diversas fueron creadas en un principio por el ser infinito».
Georges Cuvier (1769-1832) también era partidario de la inmutabilidad de las especies. Consideraba que los fósiles eran restos de seres vivos que habían existido en tiempos pasados, pero no de especies antecesoras de los organismos actuales. Para explicar la desaparición de las especies fósiles aplicó la teoría geológica del catastrofismo. Según ésta, durante el transcurso de la historia de la Tierra, habían sucedido varias catástrofes o cataclismos que provocaron la extinción total de ciertas especies. Sus seguidores incluso propusieron la creación de nuevas especies después de las catástrofes (policreacionismo) o debido a las migraciones.

3.  La teoría de la evolución


Cuando la teoría de la evolución comenzó a extenderse por Europa, sobre todo con la difusión de la célebre obra de Darwin, El origen de las especies, fue un escándalo en aquel entonces. En realidad se creía que los fundamentos de la fe iban a resquebrajar peligrosamente si Darwin tenía razón, de forma que era necesario elegir entre la adhesión al darwinismo y la confesión de la fe.
La teoría de la evolución provoca un cuestionamiento interesante. El título de la obra publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York expresa este cuestionamiento, a saber: « ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación?»[9] Esta pregunta conlleva otra, que es la de la creación conocida como el creacionismo[10].

3.1.      ¿Qué dice la teoría de la evolución acerca del origen del ser humano?



 Hay que partir de la definición de la evolución presentada en este trabajo según la cual la evolución es «la teoría que afirma que en el mundo no hay nada constante ni repetido en ciclos perpetuos, sino que más bien cambia continua y quizá direccionalmente, y que así los organismos sufren transformaciones a lo largo del tiempo»[11].
Esta definición aplicada al universo y al ser humano quiere dice algo sobre el surgimiento de la vida. La cuestión sería: ¿cómo surgió la vida? Para poder captar la teoría de la evolución, hay partir de lo que Charles Darwin entendía por dicha teoría.
La existencia de especies diferentes en lugares relativamente próximos y que tenían un mismo clima, pero entre los que había una barrera infranqueable, como ocurre con las diferentes especies de pinzones y las diferentes subespecies de tortugas terrestres que viven en las islas Galápagos, fue uno de los principales hechos que condujeron a Charles Darwin a proponer la teoría de la evolución. Los hallazgos de cráneos fósiles con características intermedias entre los seres humanos y los grandes primates muestran que la especie humana no es una excepción en el proceso evolutivo.
La teoría de la evolución enseña que el ser humano evolucionó como los otros animales. Sin embargo, el hombre ha sido capaz de adquirir otros caracteres que lo distinguen del resto del mundo animal.
Darwin presentó la idea de la evolución mediante la selección natural. Según este autor, este proceso natural causa “la supervivencia del más apto”, es decir, la vida continúa para aquellos tipos de animales y plantas mejor ajustados a las condiciones en las que viven, y la muerte acontece a los que no son mejor conformados con esas condiciones. Así, las características que ayudaron al hombre a sobrevivir se difundieron porque fueron transmitidas desde cada generación a la siguiente. Por ello, Darwin publicó también la obra El origen del hombre.
Desde el punto de vista biológico, pocos científicos niegan que el hombre pudo haber evolucionado desde animales no humanos.
De ahí surgen algunas preguntas: ¿es la evolución una realidad? Si se acepta el creacionismo, ¿qué se puede decir de la fe bíblica?


Teilhard de Chardin tiene el mérito de haber sido el primero en plantearse seriamente preguntas acerca de la relación entre la creación y la evolución, sin poner en competencia la una con la otra.
Teilhard de Chardin comienza por distinguir en la creación dos momentos dialécticos. El primero, que él llama «fase explosiva», corresponde a la noción estricta de creatio ex nihilo, elaborada a lo largo de los siglos por la teología: la creación por Dios del ser mismo de las cosas sin utilizar ninguna realidad preexistente. El segundo momento, al que Teilhard de Chardin da el nombre de «transformación creadora», corresponde a la doble realidad metafísica que la teología ha denominado conservatio y concursus, es decir, la acción de Dios de mantener las cosas en el ser y de concurrir en su actividad. Teilhard de Chardin subraya con razón que la primera fase de la creación no puede aplicarse a la historia o a la experiencia, puesto que ni la una ni la otra existían antes de ella; sino que comenzaron con ella. En cambio, el segundo momento se realiza en el interior del mundo ya existente. Teilhard de Chardin lo hace por ello el objeto principal de su búsqueda.
Teilhard quiere mantener en medio de la evolución la acción creadora de Dios. Él piensa que sustraer la evolución a la influencia divina sería apartar a Dios de aquello que es más propio de nuestro mundo: la marcha hacia adelante. Por otra parte, Teilhard quiere mantener también en medio de esta acción creadora de Dios aquello que es más característico de la visión evolutiva, la relación de antecedente y consiguiente que une, los unos a los otros, los elementos del universo. Y él piensa que si concibiésemos la acción de Dios como una cadena de creaciones autónomas y discontinuas romperíamos precisamente esta relación[13].

De ahí se puede afirmar que Teilhard de Chardin presupone que la aceptación de la evolución no se opone a la aceptación de la creación, a no ser que se cometa el error de convertir una explicación científica de la vida en concepción metafísica del mundo. Asimismo, Teilhard de Chardin presupone que en su intento de conciliar la evolución y creación puede dejar de lado lo que se ha denominado estrictamente la creatio ex nihilo. Efectivamente, la evolución presupone siempre la posición del ser primigenio del universo, puesto que consiste precisamente en la transformación de algo ya preexistente. Por eso, desde la evolución no se puede comprobar ni alcanzar la creación primigenia.
En su consideración de la creación, Teilhard de Chardin se fija en la acción divina de levantar progresivamente el mundo ya existente a niveles de ser y de perfección inasequibles desde él mismo. Hay que saber que:
-          No se trata de una acción pasada, sino continuada y siempre presente. En efecto, la creación no ha cesado nunca. Su acto es un gran gesto continuo que se extiende sobre la totalidad del tiempo. La creación dura todavía.
-          La acción divina no se interfiere en el encadenamiento evolutivo de las cosas ni actúa al margen o desde fuera sino a través de las causas naturales.
-          Por más que parta de una realidad preexistente, la acción divina es verdaderamente creadora, ya que la levanta a un nivel absolutamente nuevo de perfección ascendente.


La hipótesis de la evolución todavía no tiene sino siglo y medio de existencia, pero ya domina absolutamente el mundo científico en su campo de aplicación. Hoy esta hipótesis abarca, además de la biología, la astronomía y la geología, la lingüística y la historia, la psicología y todas o casi todas las ciencias fácticas.
En efecto, la teoría científica que era aceptada sin discusión a principios del siglo XIX era el fijismo. Apoyándose en los textos bíblicos, se creía que el universo tenía menos de 6.0000 años de antigüedad y que todas las especies de seres vivientes habían sido creadas directamente por Dios. «Se llama fijismo porque las especies eran fijas, exactamente las que Dios había creado y por lo tanto no podían evolucionar y transformarse de unas en otras. En el mejor de los casos podía haber habido catástrofes, como el diluvio, en el que algunas especies habían desaparecido, pero no podían surgir especies nuevas a no ser por una especial intervención divina, en la que no se creía por no estar descrita en la Biblia»[15].
El fijismo está puesto en cuestión en el siglo XVIII con la aparición del estudio «científico» de los vivientes, por un lado, y de la geología por otro. Esto se da, sobre todo, en los países científicamente más avanzados de la época: Francia e Inglaterra[16]. El campo biológico se desarrolla en Francia. Sin embargo,  por el influjo mutuo con Inglaterra, el inglés Darwin culmina la obra biológica de los franceses, apoyándose en algo muy inglés, la observación y el empirismo.
Actualmente, hablar del origen y la evolución del ser humano hace pensar, además de la fe bíblica, en la teoría de Charles Darwin (1809-1882). Desde que Darwin publicó, en 1859, su famosa obra: Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia, el paradigma fijista que regía antes de Darwin se encontró en muy poco tiempo, como consecuencia de la publicación de un libro que cumplía todos los requisitos de la seriedad en la investigación científica, ante una posibilidad, una «hipótesis alternativa» totalmente antagónica, y la comunidad científica tuvo que decidirse por una de ellas, en este caso creando una nueva ciencia normal evolucionista.
Para entender la consideración actual de la teoría de la evolución, es importante tomar en cuenta lo que dice Trevijano Etcheverria[17]. Según este teólogo, la hipótesis de la evolución es considerada hoy como la hipótesis científica que mejor explica infinidad de datos concretos, y que en líneas generales para nosotros:

i)             Supera por mucho a cualquier otra hipótesis científica actual para explicar los mismos hechos;
ii)            Suponemos que en líneas generales es verdadera, aunque todavía presente muchos casos concretos donde hay que perfilar multitud de detalles;
iii)          Por las dos afirmaciones anteriores consideramos que negarla actualmente sólo es posible desde una posición anticientífica y casi siempre fruto de un dogmatismo fundamentalista;
iv)          Resaltamos lo de «actualmente» porque hasta que no fue elaborada y aceptada por la comunidad científica, existían otras concepciones del origen del hombre que realmente eran la ciencia de su época. Y también es posible que en el futuro aparezca otra teoría que la desbanque aunque nos cuesta creer que fallen sus elementos fundamentales, como que falle el heliocentrismo en la relación sol-tierra.

De lo dicho anteriormente, se puede decir que la hipótesis de la evolución domina actualmente el mundo científico.


4.1.     Lo que dice el libro de Génesis, ¿es cierto o falso?


La exégesis bíblica actual afirma que los dos capítulos iniciales del libro de Génesis constituyen la versión literaria y religiosa más impresionante de la fe en Dios creador. El conflicto que se produjo entre la interpretación literal del texto sagrado y el evolucionismo nos ha enseñado muchas cosas. Ante todo, lo que aquel relato no quiere decir.
En contra del creacionismo, se debe afirmar que la Sagrada Escritura no es ningún manual de ciencias naturales. En efecto, los autores de aquellas páginas utilizan una imagen del mundo corriente en su ambiente cultural para expresar una verdad religiosa que la supera infinitamente. Aquella imagen «antigua» del mundo ha sido sustituida hoy por otra «moderna», pero la verdad religiosa expresada en ella no ha sido ni puede ser substituida por nada[19].
Hoy parece claro que la intención del relato de la tradición religiosa y doctrinal, recogida en el relato de Génesis, es la de afirmar que todas las cosas del mundo sin excepción son obra de Dios y han sido puestas por Él al servicio del hombre, su lugarteniente en la tierra. Dios crea el mundo, le da forma, lo adorna, pero a la vez lo confía al hombre para que éste se establezca en él, lo domine y lo haga fructificar, es decir, colabore en llevar a término la obra que el Artesano divino había comenzado. 
En efecto, la Biblia nos muestra aquí su intención polémica frente a los mitos dualísticos y las religiones de la naturaleza, propios del contexto cultural y religioso que rodeaba Israel: el hombre bíblico se encuentra situado cara a cara ante el mismo Señor de cielo y tierra.
Hasta aquí no hay nada en la narración del Génesis que contradiga una posible interpretación evolutiva. Una sola cosa podría dar esta impresión: la afirmación de Gn 2, según la cual el Obrero divino, acabado el trabajo de los seis días, el día séptimo, reposó de la obra que había hecho. Hoy se sabe, con todo, que el sentido de esta afirmación es sólo el de apoyar en Dios el precepto del descanso sabático.  Por lo tanto, no se debe deducir de ella una concepción de la creación que el resto de la Biblia contradice. De hecho, la narración de la creación, lejos de ser el punto de partida del Pentateuco, es más bien su punto de llegada, la cristalización teológica definitiva de la conciencia religiosa de Israel.

4.2.    ¿Entonces el ser humano es producto de la evolución?

Dios es el creador de todo lo que existe. Sin embargo, el acto creador único de Dios da tanto la continuación como el principio de vida. Teilhard de Chardin afirma que «la creación no se para nunca». Aquí recordamos lo que siempre ha afirmando el profesor Alberto Aguiano en la clase de ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA: «Dios CREA; no se debe decir que Dios creó». Jesús mismo dice que «mi Padre no cesa nunca de obrar» (Jn 5,17).
A la luz de la visión bíblica y teológica de la creatio continua no hay nada en el dogma de la creación que nos obligue a limitar la realidad de la evolución, como tampoco hay nada en la teoría científica de la evolución que lleve consigo cualquier clase de perjuicio para la fe de la creación. Lo que ha cambiado no es la realidad de la creación, sino la imagen de del mundo bajo la que hasta ahora se había expresado.
La tarea actual de la teología consiste en repensar la verdad permanente de la creación en función del nuevo mundo evolutivo. «Desde esta nueva perspectiva el dogma de la creación podría expresarse así: El mundo, en su ser más profundo, depende únicamente del poder y del querer infinitos del Creador. Dios causa el ser de las cosas y, por lo tanto, también su duración, su crecimiento, su obrar, su causar y ser causadas»[20].
Este punto de vista nos parece muy interesante, puesto que en la clase de ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA, se nos ha insistido que siempre «hay que pensar con “Y”». Por ello, no se trata de decir solamente que el hombre es creatura de Dios o que el hombre es producto de la evolución; sino que se trata de ver el poder de Dios en la creación y la continuidad de esta creación que podría llamarse «evolución».  
                                                                                   

Para la profundización de este tema, se pueden consultar los siguientes sitios:



En inglés



En español





[1] Gabriel W. Lasker, La evolución humana, Fondo de Cultura Económica, México 1986, p. 17.
[2] Post de Houston, 23 de agosto de 1964, p. 6.
[3] The World Book Encyclopedia, Tomo 6, 1996, p.330.
[4] Cf. Manuel Trevijano Etcheverria, Fe y ciencia. Antropología, Sígueme, Salamanca 1996, p. 188.
[5] Georges Crespy, Ensayo sobre Teilhard de Chardin. De la ciencia a la teología, Sígueme, Salamanca 1967, p. 17.
[6] Georges Crespy, op.cit., p. 17.
[8] La especie se define como el conjunto de individuos que se pueden reproducir entre sí y pueden dar lugar a descendientes también fértiles. Dicho de otro modo, los individuos que no pueden hacerlo se considera que son de distinta especie.
[9] La versión inglesa: Did Man Get Here by Evolution or by Creation?
[10] Esta teoría se presentó en la primera parte de esta investigación.
[11] Manuel Trevijano Etcheverria, op.cit., p. 188.
[12] Cf. Eusebi Colomer, Hombre y Dios al encuentro. Antropología y teología en Teilhard de Chardin, Herder, Barcelona 1974, pp. 171- 176. El autor presenta este tema: «Solución de Teilhard: la transformación creadora».
[13] Eusebi Colomer, op.cit., p. 172.
[14] Cf. Manuel Trevijano Etcheverria, op.cit., pp. 159- 197.
[15] Manuel Trevijano Etcheverria, op.cit., pp. 160-161.   
[16] El aporte francés más importante está en el campo de la biología (Buffon, Cuvier, Lamarck), mientras que el inglés tiene su mejor representante en un geólogo, Lyell.
[17] Cf. Manuel Trevijano Etcheverria, op.cit., pp. 159-160.
[18] Eusebi Colomer, op.cit., pp. 176-180.
[19] Cf. Renckens y Von Rad.
[20] Eusebi Colomer, op.cit., p. 179.

11 comentarios:

  1. Muchachos, está muy padre su Blog!!! tanto la estética (me parece sobrio y elegante... como sus integrantes). La investigación está interesante y completa, buena para una sana discusión en clase!!!! Les mando un abrazote

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  2. Ha sido muy interesante el trabajo de investigación y de publicación de algunas ideas sobre el origen del ser humano. Tenemos que seguir investigando a fin de mejor nuestro blog.

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  3. Chicos, está muy interesante la información que presentan, la forma de esquematizarlo también me agradó, así como todos los elementos que utilizaron, muy buenas herramientas (videos, links, etc.) Buen trabajo de equipo
    Erika Jacinto

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  4. A mi parecer es muy buen blog, les felicito noto un buen esfuerzo. Creo que en este se nota que hubo puestas en común y esfuerzo por trabajar en equipo. Creo es un muy buena herramienta de estudio. Cristian Sch.P

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  5. Estimados compañeros.
    Muchas gracias por su aporte. Verdaderamente creativo e ingenioso.
    Ahora bien, según su conclusión en la afirmación: «… se trata de de ver el poder de Dios en la creación y la continuidad de esta creación que podría llamarse evolución». Surgen algunas preguntas que podrían resultar interesantes y que pongo a su consideración: ¿Su propuesta es una demostración teológica de la evolución? ¿Dios sigue creando por medio de cambios evolutivos tales cómo: mutaciones y selección natural; en un proceso infinito? ¿Qué implicaciones tiene para el discurso sobre Dios, para la teología, admitir en la creación y en su continuidad un proceso evolutivo? ¿No se confunden el mundo natural y el sobrenatural? ¿Los dogmas cristianos de la Creación, la Encarnación, la Salvación se reducen al proceso evolutivo del universo? ¿En su discurso-planteamiento se confunden la creación y la generación? Y finalmente, ya que abordaron el dato bíblico: si la creación y su continuidad podría llamarse evolución, ¿Qué decir del contenido soteriológico y escatológico de la creación, cómo entenderlo desde la evolución?

    Por Dios santo, ¡¡¡muchas felicidades!!! Su trabajo es poderoso, capaz de interpelar y suscitar preguntas que nos lleven a explorar nuevos horizontes. No tiene precio. ¡¡¡Gracias!!! Reciban un fuerte abrazo. No cabe duda que Dios les concedió el don de enseñar, iluminar y defender.

    Fraternalmente
    Israel.

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  6. Su blog es excelente, una investigación muy completa, creo que se pulieron diseñando todo esta información, los videos excelentes, se nota la calidad de los integrantes para realizar este blog. Dios los bendiga. Alfonso

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  7. Hnos, de todo corazón, muy bien por ustedes el trabajo acerca del Origen del hombre, me ha gustado muchísimo. Mis felicitaciones, y doblemente recíbanla por el blogg, muy bueno. Un abrazo

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  8. Estimados amigos reciban mis felicitaciones por su preparación de este blog. Tanto el contenido como la metodologia de presentación, junto a lo enlaces, videos, link, etc...excelente, prepararon muy bien, la información muy seri y veo que consultaron muchos autores..felicidades amigos...espero signa actualizando este blog..+
    Lic. Sergio Juñlian Desiderio..

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